jueves, 31 de marzo de 2016

CÓRDOBA, PASADO Y PRESENTE

―Pues porque me recuerdas a esos guías que hay en algunas ciudades, como Sevilla y Toledo, que enseñan los monumentos a los visitantes y les cuentan anécdotas. Ya sabes, si tienes pensado dejar la Policía, ahí tienes un buen oficio. Por cierto, no le vendría mal a Córdoba tener unos cuantos guías que la enseñasen.
―Y que lo diga. Lo que le falta a esta ciudad es venderse bien. Así nos va. Vea Sevilla, lo bien que lo hace. Y tener, no tiene más que Córdoba porque, digo yo, el Guadalquivir es el mismo río y, si ellos tienen La Giralda y la Torre del Oro, nosotros tenemos la Torre de La Calahorra y La Mezquita. Y puestos a comparar, como La Mezquita, nada. No hay color. 

Un revólver en la maleta, págs. 57-58.


La doncella se marchó dejándolos solos. Mientras esperaban a la dueña de la casa, Homero observó con interés y aprobación la decoración de aquella estancia. Modernidad, elegancia y dinero. Aunque de educación grecolatina, no en vano había estudiado lenguas clásicas, en los meses que pasó en París se sintió atraído por las nuevas tendencias artísticas que causaban furor en la ciudad del Sena. Le gustaba especialmente el Art Nouveau por la mezcla de funcionalidad y arte con que diseñaba los objetos
de la vida cotidiana. En realidad, Homero amaba la simbiosis entre lo antiguo y lo moderno, por eso se sentía a gusto en ciudades como París, Barcelona o Viena, las cuales, sin olvidar su pasado glorioso, se proyectaban hacia el futuro llenando los espacios de nuevas formas arquitectónicas. Algo así anhelaba para Córdoba: que saliera del letargo en el que vivía postrada desde hacía siglos, que recuperase los restos de su historia, rica en culturas, pero abandonada a la desidia y al olvido, y que mirase con optimismo hacia el futuro. Quizás, era cuestión de creérselo o, como decía Pedro, de saber venderse. 

Un revólver en la maleta, pág. 60.



A Homero le atrajo especialmente la magnífica colección de monedas romanas y califales, sin duda, procedentes de yacimientos de Córdoba y de otras partes de Andalucía. Era conocedor del expolio que estaba sufriendo el patrimonio arqueológico de su tierra y, como amante de la cultura clásica, le dolía especialmente la estulticia de los gobernantes y la desidia de un pueblo inculto, que no valoraba lo que tenía debajo de sus pies y que malvendía las piezas a coleccionistas, la mayoría extranjeros. Precisamente, Homero había descubierto en sus viajes cómo otros países europeos más cultivados comenzaban a cuidar los testimonios de su historia y a protegerlos con leyes. Las mismas naciones, desgraciadamente, que luego expoliaban el patrimonio de países como España. 

Un revólver en la maleta, pág. 72.


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