lunes, 28 de marzo de 2016

PEDRO XIMÉNEZ

Mientras se mecía, Homero paladeaba una copita de Pedro Ximénez. Le encantaba el sabor dulce y la densa pastosidad del moscatel, que le dejaba un ligero picor en la garganta. Era, sin duda, el colofón ideal a tan opípara cena.

Un revólver en la maleta, pág. 80.


Era una noche agradable y primaveral. Los dos policías habían decidido ir caminando a la venta, dando un paseo desde la calle Almonas. Antes, Pedro había tenido que aceptar de Maruja una copita de Pedro Ximénez.
―Ande, tómesela. Verá qué bien le sienta para la ronda de esta noche.
―No, si sentarme bien, me va a sentar. El problema es que luego no sé quién me va a mover. A mí, señora, el vino me da sueño.
―¡Anda ya! Esto no es vino. Esto es un tónico medicinal. 


Un revólver en la maleta, pág. 214.



Como queriendo elevar el ánimo, Fátima se levantó de nuevo y se dirigió al aparador donde se guardaban los vinos y licores.
―Y de postre, ¿qué os parece si nos tomamos una copita de Pedro Ximénez y unos trocitos de pastel de cidra?
―Se agradece, señora. Por lo que he comido, creo que no solo no voy a almorzar una segunda vez, sino que tampoco cenaré esta noche.

Estaré esperando para matarte, pág. 123.


―¿Quieres una copita de Pedro Ximénez?
―No te molestes.
―No es molestia. Ahora mismo te la preparo.
Homero aprovechó la pausa para bajar los brazos y descansar de la posición molesta en la que se veía obligado a tenerlos. Cuando su tía le trajo el vino, acercó la copa a los labios y bebió un pequeño sorbo que, al pasar por la garganta, lo reconfortó gratamente.


Estaré esperando para matarte, págs. 355-356.




No hay comentarios:

Publicar un comentario