lunes, 28 de marzo de 2016

FÁTIMA

Fátima era la criada de su hermano. En los meses en que estuvo en el pueblo, se dio cuenta de su valía y también de que, con su belleza, sería un problema grave para Paco pues, lo conocía bien, podía intentar abusar de ella en un día de exceso alcohólico. Era mejor eliminar el peligro. Por eso, le propuso que se viniera con ella a la ciudad y Fátima aceptó. Los que iban a ser unos meses se convirtieron con el tiempo en toda una vida y en una relación en la que no se distinguía ama y criada. 

Un revólver en la maleta, pág. 23.


Fátima había regresado de la cocina portando una bandeja en la que llevaba la cafetera, dos tazas, una jarrita de leche, un azucarero y dos servilletas. Al oír hablar del rey, se metió de lleno en la conversación.
―¿Y por qué sabes tú esas cosas si puede saberse, Homerito?
―Porque soy policía y mi obligación es enterarme de todo.
Maruja rio con malicia.
―Cuidado, niño, no te metas con la familia real, que Fátima es muy monárquica.
―Sí, señora, y católica. Y a mucha honra.

Estaré esperando para matarte, págs. 79-80.


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