Entre tanto, su hermano Paco se había casado en Pozoblanco
con una taruga, a la que había conocido mientras la auscultaba en la consulta
que había puesto en este pueblo. Diez meses después, se quedaba viudo y con un
niño recién nacido al que puso el nombre de Homero, en recuerdo de su mujer
fallecida, Penélope.
Un revólver en la maleta, pág. 18.
―Soy el inspector Alejo López. ¿Cómo te llamas?
―Homero Pérez.
Un revólver en la maleta, pág. 19.
―Imagino que a mí, el día de mañana, me pasará igual con mis hijos. Me da
miedo que se hagan mayores y que se marchen de casa. Ah, y no se preocupe por
mí, que no voy a menospreciarlo porque lo hayan llamado Homerito delante
de mí, aunque tiene su gracia el diminutivo. Por cierto, y con todos mis
respetos, vaya nombre más raro que tiene. No suena a cristiano.
―En tu discreción confío. Sí, era el nombre de un escritor
griego de la antigüedad, que era ciego. Me lo pusieron en recuerdo de mi madre,
que se llamaba Penélope, como el personaje de una de sus obras.
Un revólver en la maleta, pág. 118.
Una curiosidad (nada casual): las iniciales del Homero Pérez
son HP, que coinciden con las de un famosísimo detective belga que tenías ojos
verdes de gato, cabeza en forma de huevo y un mostacho tan prominente como bien
cuidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario